EL FIBBER (2010)




Existe la vieja leyenda, ampliamente difundida, de que el fibber, animal veranícola de extrañas costumbres, procede de la Europa británica, mayormente, y es adicto a asistir al Festival Internacional de Benicassim, año tras año. Es una falsa interpretación. En realidad está demostrado que el bicho en cuestión es de raigambre nacional, de los alrededores de Gredos, como la cabra, y suele juntarse con los de su especie durante unas breves noches en medio del verano meseteño con motivo de que la luna blanca acampa en el Festival Internacional de Blues de Béjar, F-I-B-B, que con el sufijo derivativo da en el conocido fibber, traducido en fibero, “asistente habitual al Festival, etc.”. El fibber hiberna en La Alquitara, famosa cueva serrana decorada por el homo blueserense con los iconos más reconocibles de su actividad lúdica: una púa rasgando la prima en lo más bajo del palo, un saxo retorciéndose contra un foco, una mano agarrada al cabezón del micrófono y una boca que lo amenaza. Llegado el verano, el fibber se despereza y va a beber las aguas eternas de la felicidad bajo los castaños umbríos que cercan un redondel de arena en medio del Monte, donde danza y se vuelve negro, entre copa y copa, bajo el rayo eléctrico del blues. Pasado ese momento de euforia dionisíaca, sobrevive risueño durante el resto del verano con el zumbido del último acorde de la madrugada, ajeno al calderillo y las fiestas populares, y a la caída del fuego estival se adentra en la oscuridad de los recuerdos de haber sido, él también, un año más, un fibber en El Castañar.

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