Sí hay amores eternos. Tú eres el mío».






Canta, susurra, gime, ruge, monologa con su alma, vomita sentimientos con inconfundible intensidad, entra en éxtasis y te hace participar de él, es carnal y lírico, su expresión en el escenario es hosca o impenetrable. No necesita halagar al público, insultantemente consciente de su grandeza, y si se mosquea porque algún insensato interrumpe con sus majaderos gritos el arte que nos está regalando, manda a los espectadores a tomar por culo y corta su recital sin dar explicaciones. Su música y su voz llevan ........ años donando bálsamo a nuestras heridas más profundas. Ideal para escucharlo en días de neblina, lluviosos o luminosos, para ayudarte a pasar la noche, para expresar tu alegría ante la plenitud amorosa y también ante la desolación de la pérdida. Se complementa fraternalmente con el alcohol solitario, melancólico y amargo, pero igualmente puede hacerte tocar el cielo en las buenas copas que tomas con gente querida.

«Tiene feeling, desgarro, pasión, hombría, ritmo y alma. Provoca ensoñación y recuerdos, ganas de vivir, de morir y de sobrevivir. Es sensual, duro y romántico hasta extremos que rozan el delirio. Es el rey Van Morrison, el tipo que mejor ha traducido en música lo que tantos otros sentimos, deseamos, soñamos, añoramos, vivimos o malvivimos en el curso del tiempo. Nuestra entrañas, nuestras sensaciones más íntimas. En mi caso, desde que era un crío.


Carlos Boyero. El Mundo 


«Sí hay amores eternos. Tú eres el mío». 





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